El parto de Ana en el HUCA (Oviedo)

¡Hola! Me llamo Ana, soy fisioterapeuta y profesora online y además ahora también soy una coronamami. Sí, yo también soy una de esas mujeres a las que si le hubieran dicho con el test de embarazo en mano en pleno mes de agosto que iba a parir en el medio de una pandemia mundial se habría reído. Y mucho, además. 

El caso es que somos y seremos muchas las mujeres afectadas por la situación actual y creo que leer y escuchar experiencias de otras mujeres puede resultar tranquilizador. 

Ahí tienes la mía:

Mi pequeño pingüino 🐧 nació en el HUCA, hospital de Oviedo, el 8 de abril de 2020 a las 13:28.

Antes de nada contextualicemos el protocolo del hospital que me correspondía: presencia del papá permitida en sala de partos (desde que te pones "oficialmente" de parto dilatada a 2cm y contracciones constantes, hasta después del piel a piel. En el Hospital Central de Asturias todo este proceso se desarrolla en la misma sala, excepto cesárea) pero prohibición de acceso al padre en la planta (en mi caso piqué la bolsa así que estuve la noche en la habitación dilatando y después de nacer el peque estuve hospitalizada 48 horas sola en la habitación).

He de confesar que las semanas previas le di muchas vueltas al dichoso protocolo este. A lo poco que me gustaba que me privaran de compañía en un momento tan necesario. A la posibilidad de un cambio de protocolo y que fuera todo aún peor. 

Me daba bastante miedo la que se me venía encima antes de ponerme de parto, no voy a mentir, pero cuando al entrar en la ducha salió ese líquido de mi cuerpo que marcó la línea de salida de uno de los días más importantes de mi vida, decidí activamente y conscientemente que el #coronavirus no iba a decidir cómo iba a ser esta experiencia, lo iba a decidir yo.

 Con una claridad absoluta acepté el hecho de que los protocolos no los puedo cambiar y puse toda mi energía en que fuera una buena experiencia, en que, en horas (ya fueran 10 o 50) iba a descubrir si mi bebé era niño o niña y me iba a enamorar de su carita al instante y que, aunque las circunstancias no eran las ideales, yo podía con esto y además iba a disfrutarlo.  Esa decisión CONSCIENTE fue clave para mí.

No voy a decir que me encantó sufrir contracciones cada minuto sola en aquella habitación en penumbra o que no eché de menos las manos de mi chico masajeándome la espalda con cada contracción que me destrozaba mientras el cuello se iba borrando y los primeros centímetros de dilatación se hacían. Pues no, no me gustó. Pero me metí en aquella ducha, con el agua a 300 grados golpeando mis lumbares y de tanto oír hablar de aplanar curvas visualicé cada contracción como eso, una curva que sube exponencial, cada vez más alta y que subiría hasta vete tú a saber donde, pero que antes o después llega a su punto álgido, se estabiliza y BAJA, siempre baja hasta que desaparece. Y así una y otra y otra vez. Con mi madre al teléfono, con mi chico al teléfono, con todo aquel miembro de mi familia que se quedó en vela aquella noche escribiéndome por WhatsApp y mandándome audios y mensajes de ánimo.

La mañana llegó por fin y con ella la bajada a monitores, confirmación de que aquello sí que era un parto y la entrada en la famosa sala de partos que me dio carta blanca para llamar a casa y que mi chico se plantara allí en 10 minutos para ver que esto de parir duele (la epidural llegó a salvarme la vida un par de horas más tarde) y ver la cara de su hijo al nacer mientras me sujetaba la mano y se emocionaba conmigo. No voy a entrar en detalles de lo que se siente cuando te ponen a tu bebé en brazos porque va a ser increíble, sientas lo que sientas, ya verás.

Resulta que cuando te pones de parto en luna llena pues te encuentras con muchas otras mamis a la vez y estaban desbordados por allí ¿consecuencia? 🌕 Nos dejaron casi 4 horitas a los tres juntos en la sala de partos en lugar de las 2 horas habituales, y las disfrutamos como enanos, la verdad. A las 5 pm de un miércoles me despedí con un beso de mi chico hasta el viernes a la misma hora que saldríamos. Me esperaban 48 horas de maternidad sola solita sola.

Una vez más no fue tan malo como temía, en absoluto. El personal del hospital fue adorable y estuvo súper presente para ayudar a todas las coronamamis abandonadas de aquella planta de hospital . 

De esas 48 horas creo que dormí como mucho 8 o 10, pero me concentré en entender a este pequeño ser que me acompañaba, en buscar el ángulo perfecto para darle el pecho y aprender a hacer la parada en boxes (cambiar el pañal) lo más rápido posible porque mi pingüino 🐧 es tan friolero como su padre.

Y las 48 horas pasaron volando, y por fin nos fuimos a casa, con papá ❤️, a casa por fin los tres juntos, como debía ser y no fue, pero ahora sí es y eso es lo importante.

Espero que mi historia le sea útil a alguna futura madre asustada como estaba yo antes del día D y si no, a mi me ha hecho mucho bien verbalizar la maravillosa experiencia que he vivido y ser consciente de que había dos caminos, sufrirlo o disfrutarlo, yo elegí el segundo y así fue: disfruté de principio a fin. 💜💪

Ana