La nueva normalidad

Mañana, Asturias pasa a la fase 1 de la desescalada. Seguimos, poco a poco, avanzando hacia la luz que se ve al final del túnel. Hacia la nueva normalidad, como dicen muchos. Algunos creen que será temporal; otros, que la nueva normalidad ha llegado para quedarse. Yo me mantengo ajena a ese debate. Mi nueva normalidad empezó el pasado 17 de marzo y no habrá pandemia que desparezca y me devuelva a mi vida anterior.

Soy feliz. Ahora sí, aunque ha costado un poco. “No te preocupes si no notas las maravillas de la maternidad según nazca el bebé; a veces, tarda un poco”, le leí un día a Lucía Galán (Lucía, mi pediatra). Esas palabras me han acompañado durante este primer mes y medio de vida de Gabriel y me han dado fuerzas para creer que no estaba sola en medio de este caos y que yo también conseguiría sentir que ser madre es lo más maravilloso que me ha podido pasar en la vida. Así es. Ahora sí.

Como decía, mi nueva normalidad ya empezó y darán igual todas las fases que superemos hasta dar por terminado este tiempo tan extraño que nos ha tocado vivir. Mi nueva normalidad se llama Gabriel y significa que llegaré tarde a todos los sitios y nunca importará, que volveré con la blusa vomitada a casa y tampoco importará, que no podré dormir de seguido durante -al menos- varios meses más y, de nuevo, dará completamente igual.

Pero, también, mi nueva normalidad se ha llenado de sentimientos extraordinarios. Un orgullo infinito, una felicidad completa. Imposible describir la sensación que siento al saber que en las próximas semanas nos esperan decenas de presentaciones y que, con cada una, Gabriel irá enamorando a todos los que tendrá, desde entonces, para siempre a su lado.

Familia, amigos: ha llegado nuestro momento. Han pasado ocho semanas duras, muy duras. Sin duda, las ocho semanas que más han marcado mi vida para siempre. Pero ya han pasado y me quedo con la satisfacción de haber llegado entera, a pesar de los obstáculos, a pesar de todas las veces que sentí que tocaba fondo. Me quedo con toda la alegría que está por venir, toda la alegría que nos merecemos. Pero me quedo, sobre todo, con una relación de pareja que ha salido de este confinamiento más fortalecida que nunca. Jamás habría llegado hasta aquí si no hubiera tenido a mi lado a un compañero que dio el 100% para que yo pudiera quedarme a mínimos y no pasara nada, un compañero que nunca perdió la sonrisa ni la paciencia, que se mantuvo fuerte en los baches y supo hacerme reír cuando más lo necesitaba.

Carlos, en estas ocho semanas me has demostrado, de nuevo, que no pude elegir mejor. Parafraseando alguna de esas dedicatorias que se ven en los regalos personalizados: “Lo mejor de que seas mi marido, es que eres el padre de Gabriel”. Él todavía no sabe la suerte que tiene. Yo sí.